Abro esta página como espacio de reflexión, cuando estoy cerca a cumplir los sesenta años, tan solo me doy cuenta cuando me miro al espejo, el resto de tiempo me siento como de treinta. La familia compuesta por seis hermanos, una mujer, la hermana mayor, influyente en decisiones importantes de mi vida, al igual que mis parceros y amigos.

 

Nací en Chiquinquirá, capital religiosa de Colombia y municipio cabecera del occidente del departamento de Boyacá, cuna de grandes poetas y escultores reconocidos nacional e internacionalmente, tierra rica en esmeraldas. En la niñez vi cómo se comercializaban estas gemas en el parque del poeta y artista Julio Flórez. En éste, se encontraban los días miércoles los explotadores y los comerciantes; en ocasiones, engalanaban la ciudad con los juegos artificiales de las armas. Crecí en el contraste histórico de la violencia y el saber narrativo.

 

Mi padre, jugador y amante del futbol estético de los Millonarios de la época del dorado, bohemio, arraigado a la cultura local, la violencia se lo llevó muy joven. Huérfano de padre a muy temprana edad. Mi madre, amante de la religión católica y estoica trabajadora, conoce unos años después a un hombre con una cultura diferente, se casan, y con él entran a la casa los libros y la música, convirtiéndose en el cómplice y el amigo, el apoyo de todos nosotros.

 

De manera que mi primera enseñanza en la vida fue la de saberme huérfano, amando a mi padre y recordando los pequeños momentos que compartimos, los que nos permitieron los violentos. Con ello aprendí que la vida se reverencia, que las diferencias y los diferentes se respetan, que de los saberes de comunidades marginales se tiene mucho que aprender.    

 

Mi madre se dedicó a educarnos en la formalidad sin darse cuenta que en la informalidad también se aprende; vendió almuerzos y alquiló habitaciones, en casa de propiedad de la familia paterna, personas cultas y solidarias. Mi madre siempre miró hacia adelante, no se quedó en el lamento de los hechos. El amor a Dios la hizo olvidar y perdonar, en lugar de odiar el pasado. Y después de unos años compró un estanco en el centro histórico de la ciudad, donde trabajamos toda la familia. Otra de las enseñanzas es que el trabajo con disciplina, constancia y valores se reconoce.

 

En el estanco trabajaron gran parte del tiempo mi madre, mi viejo, mi hermano y mi cuñado, en menor tiempo los demás miembros de la familia. La imagen de mi madre en la sociedad chiquinquireña es de respeto y admiración, valor que heredamos sus hijos, quienes nos esforzamos por dar cuenta de su legado.

 

Temprano descubrí que amaba el fútbol, que amaba la familia paterna y materna; en los unos y en los otros encontramos afecto.

 

Pues bien, con el paso del tiempo se consolidó la familia, llegaron dos hermanos que complementaron nuestras vidas. Los negocios de mi madre y el trabajo de mi viejo, permitieron que en la casa se viviera con lo necesario. Aprendimos a respetar y ser humildes.

 

Me gradué de bachiller en el Seminario Menor Diocesano, allí conocí a una de las personas inmortales, mientras viva siempre la recordare: Monseñor Alberto Giraldo. La suerte me llevó a ser soldado de la patria y entré a estudiar contaduría pública en la Universidad Libre, decisión de mi hermana, sin soñar que alguna vez me dedicaría a la enseñanza de la contabilidad.

 

Hoy me acompañan tres hermosos hijos que complementan mi vida, aprendiendo que el mundo de la vida está ligado con el mundo académico; que soy lo que soy de la polifonía, de la cantidad de voces, incluso de mi voz interior como dijera Borges “los ríos secretos e inmemoriales que convergen en mí” o como afirmara Germán Vargas Guillén “soy la voz de mi madre que me sigue hablando desde la distancia de mi infancia o las formas de vida que aprendí anónimamente de mi padre; están en mí todas las voces que me han impactado en los libros que han marcado mi manera de pensar; soy todas los recuerdos que van haciendo de mí lo que he llegado a ser. Soy la cantidad de revelaciones que me han hecho sobre mí mismo la voz de mis amigos, incluso de mis malquerientes.